El trastorno límite de la personalidad (TLP) es una afección mental que se caracteriza por la experiencia de inestabilidad afectiva (emociones intensas y rápidamente cambiantes); interpersonal (relaciones problemáticas y círculos sociales inconstantes) e identitaria (autoconcepto poco estable) que acostumbran a estar acompañadas por una tendencia conductual impulsiva (heteroagresividad, comportamientos autodestructivos, ideas autolíticas, uso de tóxicos, promiscuidad sexual, etc.). Este conjunto de síntomas que conforman el TLP suele causar un notable estado de sufrimiento psicológico para la persona que lo padece. Se estima que en la actualidad el 1-2% de la población general puede llegar a padecer TLP. Esto significa que 1 o 2 de cada 100 podrían padecerlo.
Los estados de ánimo que puede ser habitualmente experimentados por personas con TLP suelen variar entre la euforia y la disforia. Pequeños estímulos pueden ser susceptibles de causar una sensación de felicidad intensa o tristeza profunda que puede durar horas e incluso algunos días. En este sentido, suelen tener una reactividad emocional muy elevada tanto a los estímulos externos (p. ej., una mala contestación por parte de una persona significativa) como a los internos (p. ej., sensación de baja autoestima).
Una persona con TLP suele padecer una gran cantidad de sufrimiento e inestabilidad emocional, a la cual suele reaccionar mediante una interacción disfuncional con las personas de su alrededor. Las interacciones sociales pueden llegar a ser percibidas con connotaciones e intensidades emocionales que no se asemejan a las intenciones originales, dando así lugar a recurrentes conflictos relacionales que a menudo duran poco tiempo al ser remediados por actos de arrepentimiento y reconciliación. La percepción de los demás suele ser liderada por la oscilación entre la idealización y la devaluación. Este patrón de funcionamiento puede permitir que mantengan relaciones tóxicas que no son favorecedoras para la propia persona. A pesar de que existen distintos patrones de vinculación afectiva, es habitual que las personas diagnosticadas de TLP puedan tener una tendencia a cambio frecuente de pareja afectiva y la experimentación de una calidad relacional intensa y conflictiva. El miedo al abandono, el intenso sentimiento de soledad, la agresividad conductual y la labilidad emocional pueden ser grandes contribuidores a que el mundo interpersonal de la persona con TLP sea muy inestable y conflictivo. Es común que las personas con TLP inicien proyectos vitales que abandonen poco tiempo después de empezarlos debido al drástico cambio de la propia valoración de su identidad, sus deseos y sus metas.
El malestar experimentado a lo largo del curso vital suele ser el origen de los deseos y vinculaciones con conductas autodestructivas. Hay una gran variabilidad entre el tipo de actividades nocivas en las que una persona que padezca TLP se puede involucrar, hecho por el cuál es difícil encontrar a dos personas que presenten un mismo perfil sintomatológico o de actuación. Dentro del contexto de la tendencia a la impulsividad, el consumo de sustancias o las conductas sexuales de riesgo pueden ser habituales. La involucración con este tipo de actividades puede actuar como mecanismo de autorregulación emocional que permita aliviar del sufrimiento afectivo que la persona con TLP pueda experimentar. Estas conductas pueden comportar un riesgo añadido para la salud que se añadan al sufrimiento que ya padecen.